viernes, diciembre 02, 2011

2 de diciembre de 1956 nacían as Fueerzas Armadas Revolucionarias

Por Margarita Piedra Cesar

Siete días navegó el Granma para llegar a costas orientales el 2 de diciembre de 1956. Fueron 7 días de hambre, mareos y de incertidumbres para aquellos 82 hombres que venían en el yate. Por ello, la llegada y el inicio del desembarco los llenó de júbilo, pero fueron sólo instantes porque tan pronto comenzaron la marcha entre la ciénaga y los manglares, se dieron cuenta que éste era un infierno peor que el que acababan de soportar por aguas del Atlántico y el Caribe.

Descubiertos y asediados ya por la aviación batistiana, la trayectoria se les hizo más difícil y además del hambre, la sed empezaba a tener sus efectos psíquicos, pues casi todos habían perdido sus mochilas y avituallamientos. En fin, era aquel -como narrara el Che años más tarde--, "un ejército de sombras y fantasmas"

No es posible imaginar ahora, cuáles serían entonces los pensamientos de aquellos hombres; no es posible imaginar cuántos de ellos en esos momentos se sintieron apesadumbrados o les faltó la fe en la causa que habían abrazado. Circunstancias así aflojan los espíritus y restan voluntades.

Sin embargo, la gran mayoría, como se supo después, tuvo confianza absoluta en el camino emprendido y así lo demostraron en días posteriores, cuando el desastre de Alegría de Pío les dio la estocada final y en medio del desigual combate alguien gritó: "!Aquí no se rinde nadie!" . En ese grito estaba implícito el germen de lo que más tarde serían nuestras gloriosas Fuerzas Armadas Revolucionarias.

De la estirpe de esos hombres surgió el Ejército Rebelde, un ejército de nuevo tipo forjado en medio de las más difíciles circunstancias y en el fragor del combate por la justicia y por la libertad.

Y ese ejército se hizo grande y tanto, que tan solo 2 años y un mes después derrotaba a todo un ejército profesional y uno de los mejores equipados de América Latina, con la victoria del Primero de Enero de 1959. Ya con la victoria, el Ejército Rebelde se convirtió en el ejército de todo el pueblo y con ello, en las gloriosas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba.

Y la historia de las FAR es la historia de la propia Revolución, porque de ella nació y a ella le dieron la vida hombres como los del Moncada, el Granma y la Sierra; combatientes como Camilo Cienfuegos el Che Guevara, Raúl y Fidel. Es por eso que desde aquel 2 de diciembre de 1956, el Granma y las FAR andan hoy, 55 años después, juntos en la historia.

miércoles, noviembre 30, 2011

El ejemplo del 30 de noviembre y de nuestro Santiago

Caídos del 30 de noviembre de 1956
Por Margarita Piedra Cesar

Un día sigue al otro y un año al anterior. Pero ninguno es igual. Lo que los hace distintos es la propia vida, sus inquietudes, sus hechos, el actuar de la gente. Y en el decursar del calendario y de la historia, hay fechas que quedan marcadas por siempre en la memoria de los pueblos.

El 30 de Noviembre de 1956 fue una de esas fechas, cuando la Patria contempló orgullosa otra vez, al grito de Ya estamos en Combate, alzarse a todo un pueblo para cumplir el compromiso de ser libres o mártires.

Antonio Maceo lo había dicho: "La libertad no se mendiga, sino que se conquista con el filo del machete" y el Santiago de Cuba del Titán de Bronce siguió fielmente ese legado.

La ciudad toda se hizo una sola y el verde olivo se paseó por sus calles en un combate desigual en hombres y armas por parte del enemigo, pero superior en moral y conciencia de los revolucionarios, que entonces no temieron a una muerte gloriosa.

Y la muerte arrebató vidas, pero hizo héroes: Pepito, Tony y Otto no callaron sus fusiles, sino que hicieron multiplicar por miles sus disparos, ya para siempre vivos al frente de los suyos.

Varias horas estuvo Santiago de Cuba en poder de los revolucionarios ante el terror de las fuerzas del tirano, que rehuyeron el combate escuchando mil veces el repetido grito de ¡Viva la Revolución!

Y vivió la Revolución ese 30 de noviembre porque Santiago de Cuba la hizo renacer fuerte y vigorosa, en un parto heroico de coraje y disparos.

No quiso el destino que ese día la quilla poderosa del Yate Granma entrara en las arenas de la Patria. Pero en el gesto santiaguero de aquel 30 de Noviembre quedó sembrada la semilla que haría fructificar dos años y un mes después la victoria.

Desde entonces un día siguió al otro y un año al anterior. Pero los que vinieron fueron distintos, porque de forma simbólica quedó grabado en la memoria de la Patria, que los pueblos dispuestos a luchar por la justicia y la libertad, son indetenibles hasta la victoria final. Ese es el ejemplo del 30 de noviembre y de nuestro Santiago.

martes, noviembre 29, 2011

Ciro Redondo y Manuel (Piti) Fajardo, valerosos combatientes rebeldes

Por Margarita Piedra Cesar

Coincidentemente la fecha del 29 de noviembre une en la muerte a dos valerosos revolucionarios: Ciro Redondo y Manuel (Piti) Fajardo.

Ciro Redondo integró la pléyade de jóvenes artemiseños que en la madrugada del 26 de julio de 1953 acompañaron a Fidel en el Asalto al Cuartel Moncada. Por ese hecho, Ciro fue juzgado y condenado a prisión en la Isla de Pinos y junto a Fidel también fue puesto en libertad en mayo de 1955 al decretarse por el régimen de Batista una amnistía para los presos políticos, antes la presión popular.

Ya en libertad, Ciro Redondo marchó a Méjico donde se incorporó a la futura expedición del Granma. En el histórico Yate regresó a Cuba el 2 de diciembre de 1956, sobrevivió al desastre de Alegría de Pío, para reagruparse días después con Fidel, Raúl y otros revolucionarios. Durante los primeros meses de la guerra en la Sierra Maestra, Ciro se convirtió en un bravo soldado participando en combates como los de La Plata, Arroyo del Infierno, Alto de Espinosa, El Uvero, El Hombrito y otros.

El 29 de noviembre de 1957, en el combate de Mar Verde contra las tropas de Sánchez Mosquera, Ciro Redondo cae muerto durante una emboscada.

A decir del Che, su jefe, la Revolución perdía a un valioso compañero.

Manuel Fajardo Rivero (Piti), médico de profesión y probado revolucionario, se incorporó a las fuerzas rebeldes durante los primeros meses de campaña, donde ejerció como médico y contribuyó a la construcción de varios hospitales en las zonas liberadas. Como soldado, Piti Fajardo cumplió diversas misiones y participó en los combates de Santo Domingo, Providencia, Cuatro Caminos, Cerro Pelado, El Salto y otros. Por sus méritos fue ascendido a Comandante. Después del Triunfo de la Revolución, Manuel Fajardo realizó diversas tareas relacionadas con la medicina y dirigió la construcción de la Ciudad Escolar del Caney de Las Mercedes.

Siendo Jefe de Operaciones de la Lucha Contra Bandidos en El Escambray, durante un cerco en la zona de Topes de Collantes, cuando iba a detener a unos alzados con el compromiso de respetarles la vida, uno de ellos lo hirió de muerte con un disparo próximo a la sien, falleciendo horas después en el hospital de Trinidad, el 29 de noviembre de 1960.

El capitán Ciro Redondo y el Comandante Manuel (Piti) Fajardo, fueron compañeros en la Sierra Maestra donde compartieron trincheras y combates por la Revolución y por ella entregaron sus vidas hace hoy 54 y 51 años, respectivamente. Su pueblo no los olvida.

domingo, noviembre 27, 2011

Bárbaro crimen del 27 de noviembre de 1871

Por Margarita Piedra Cesar

En el atardecer del 27 de noviembre de 1871 los ocho estudiantes de medicina cubanos condenados a muerte por un Consejo de Guerra de los colonialistas españoles, fueron conducidos a la Explanada de La Punta, en el litoral habanero, donde serían fusilados.

Aquellos muchachos entre 16 y 21 años, fueron acusados de algo que no pudo ser comprobado durante el proceso que se les siguió: la profanación de los sepulcros de varios personeros del régimen español en el Cementerio de Espada. Por ese supuesto hecho fueron llevados a prisión y juzgados 45 de los 60 alumnos del primer año de medicina que el 23 de noviembre de 1871 realizarían una clase en el Anfiteatro Anatómico de San Dionisio, aledaño al cementerio.

Al demorarse la clase los jóvenes se pusieron a jugar entre ellos; algunos lo hicieron con el carro de trasladar los cadáveres a la sala de disección. El más joven arrancó una flor.

No pudo demostrarse durante el proceso judicial, que los estudiantes habían profanado la tumba del periodista Gonzalo Castañón, fanático defensor del colonialismo. En un primer Consejo de Guerra, las penas no fueron tan drásticas, pero los voluntarios habaneros exigían sangre y se procedió a un segundo juicio.

El fallo fue injusto. Fueron condenados a muerte los cuatro que jugaron con el carro, el que arrancó la flor, y tres que macabramente escogieron al azar entre los restantes, incluido uno que el día de los hechos estaba fuera de La Habana. Los restantes jóvenes fueron condenados: once a seis años de prisión; 20 a cuatro años; cuatro a seis meses de cárcel, y sólo dos fueron puestos en libertad.

Lo esencial del asunto es que los jóvenes no debieron ser merecedores de la pena capital porque no hicieron nada para ello, lo cual fue demostrado durante el proceso. Ellos no eran ciudadanos imparciales, sino cubanos que vivían en una isla inmersa en una guerra libertaria.

Bajo el sol ya tenue de las cuatro de la tarde del 27 de noviembre de 1871, comenzó el fusilamiento de los muchachos en la explanada de La Punta. De dos en dos, de espaldas y de rodillas fueron asesinados, porque otro calificativo no mereció aquel crimen que, a decir de Martí: “expresó el alma rencorosa y cruel de España en América”

140 años después la Patria los tiene entre sus mártires en el largo camino de su independencia. A ellos: GLORIA ETERNA.