viernes, marzo 12, 2010

A 49 años de un crimen terrorista de la CIA

 Por Margarita Piedra Cesar


En la extensa y sangrienta historia de hechos terroristas cometidos por Estados Unidos contra Cuba, desde los primeros meses del triunfo de la Revolución en 1959, se inscribe la agresión de que fue objeto el 12 de marzo de 1961 la Refinería Hermanos Díaz, de esta ciudad y que dejó un saldo de una persona muerte, otra herida de gravedad y cuantiosos daños materiales.

En la madrugada de esa fecha, una lancha pirata artillada con grueso calibre y tripulada por un comando de la Agencia Central de Inteligencia, CIA, penetró en la bahía santiaguera y disparó varias andanadas contra las instalaciones de la Refinería de Petróleo santiaguera, ubicada en una de las márgenes de la rada, con el propósito de destruirla.

Esa lancha pirata y su tripulación habían sido transportadas hasta cerca de las costas de Santiago de Cuba, por el buque Bárbara J, y tras el ataque volvió a recoger a los agresores alejándose de la zona.

Durante el criminal sabotaje resultó muerto el miembro de la Marina de Guerra Revolucionaria, René Rodríguez Hernández, de 27 años, quien repelió la agresión. Además resultó gravemente herido otro de los custodios de la instalación, el joven Roberto Ramón Castro, de 19 años de edad.

El marino René Rodríguez era casado y padre de cuatro hijos, el último de los cuales no conoció, ya que al morir víctima de la agresión su esposa se encontraba en estado de gestación.

Como resultado del criminal ataque terrorista, los disparos de grueso calibre alcanzaron la torre de la planta de destilación, la cual se incendió. De igual forma, el comando saboteó la torre del tendido eléctrico que llevaba la energía a la industria. En total el costo de los daños materiales causados por la agresión se elevó a más de 75 325 pesos.

Esta refinería santiaguera, objeto de la agresión, perteneció al consorcio norteamericano Texaco y fue nacionalizada por la Revolución el 6 de agosto de 1960, junto con otras dos industrias similares ubicadas en la capital cubana y que se habían negado a refinar el crudo procedente de la Unión Soviética, cuando Estados Unidos cortó el suministro de petróleo a la isla.

Detalles de este criminal sabotaje fueron reseñados en un informe de octubre de 1961 por el Inspector General de la CIA, Lyman Kirkpatrick, el cual fue desclasificado por el gobierno estadounidense en 1998.

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