La
historia de Cuba tiene también sus fechas funestas, como la del 4 de septiembre
de 1933, cuando de una revuelta de sargentos por reivindicaciones salariales,
Fulgencio Batista Zaldívar se robó el liderazgo del show y surgió a la palestra
pública convertido en Coronel y en el hombre fuerte del ejército y de la
embajada yanqui en la isla.
Ya en
esos momentos, la dictadura del General
Gerardo Machado había sido derrotada por una Huelga General Obrera y Cuba vivía
una situación revolucionaria favorable, con la instauración de un Gobierno de
corte popular encabezado por el doctor Ramón Grau San Martín, y que tenía como
Ministro de Gobernación a Antonio Guiteras Holmes.
Precisamente,
Guiteras había dictado una serie de leyes y medidas de beneficio popular, entre
ellas la nacionalización de la mal llamada Compañía Cubana de Electricidad,
propiedad de un monopolio norteamericano, lo que motivó que ese gobierno
popular fuera derrocado en enero de 1934, mediante un golpe de estado que
encabezó el ya general Fulgencio Batista, cumpliendo órdenes de Washington.
A
partir de ese momento el nombre del General Fulgencio Batista se asoció a todo
lo malo que existió en Cuba hasta 1958, sobre todo en la terrible represión que
se desató durante los tres períodos que gobernó ese siniestro personaje y cuya
última etapa, del 10 de marzo de 1952 al 31 de diciembre de 1958, le dejó a la
nación un saldo de más de 20 mil muertos.
Batista
se creyó impune, un protegido por los santos, como gustaba decir, además de
súper protegido por el imperialismo yanqui, que durante sus diferentes etapas
gobernantes lo apoyó al máximo, tanto moral como política y militarmente.
Pero
la impunidad de aquel oscuro sargento telegrafista devenido en coronel general
gracias al imperio, tuvo su límite, porque no pudo resistir el empuje de una
verdadera Revolución, que comenzó el 26 de Julio de 1953 y alcanzó la victoria
el Primero de Enero de 1959, pese a los santos y el imperio protectores de
Batista.
Ochenta
años después del fatídico 4 de septiembre de 1933, el nombre de Fulgencio
Batista ni se recuerda en nuestra isla, a no ser para rememorar sus orígenes y
el luto que dejó sembrado en las familias cubanas durante sus 25 años de poder.
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