sábado, octubre 08, 2016

Che siempre entre nosotros

Cuarenta y nueve años después puede que sea mucho tiempo, pero en la memoria histórica de los pueblos ese tiempo es apenas un día, una hora, un minuto, un segundo, un instante.

Es por eso que cuando los cubanos, un día como el 8 de octubre, recordamos la caída en combate del Che en Bolivia, lo hacemos como si él hubiese pasado de la vida a la posteridad sin transitar por la muerte, para quedarse siempre entre nosotros.

Es por eso que del Che nunca hablamos en pasado y nunca se le recuerda como a un ser que fue, sino que es, que vive, que nos alienta, que nos guía en cada combate que libramos, tanto en las ideas, como en cualquier otra actividad donde las manos y el corazón del hombre requieren de voluntad, patriotismo, fortaleza de espíritu, estoicismo.
Dicen que aquel 8 de octubre en la altiplanicie boliviana la temperatura era fría. Por la región de la Higuera, 18 combatientes de la guerrilla del Che se sabían perseguidos, pero la enfermedad de dos de ellos les impedía aligerar los pasos.

En la media mañana un soldado vestido de campesino les detecta e informa al mando militar. Inmediatamente se inicia el cerco del grupo.

Pronto los combatientes se encuentran en la unión de la Quebrada del Yuro con la de San Antonio y dos exploradores enviados por el Che descubren que los soldados les cerraban el paso e inmediatamente se dispone la defensa.
Cuando los hombres tratan de salir de allí burlando el cerco, el grupo choca de frente con una sección del ejército y se inicia el combate. Era ya pasada la 1 y 30 de la tarde, el primer guerrillero abatido fue el boliviano Aniceto Raynaga. Los 17 restantes combaten fieramente por varias horas.

El Che es herido en una pierna, su carabina inutilizada y su pistola quedó sin balas. En esas circunstancias, al tratar de evadirse del lugar junto al guerrillero Willy, fueron hechos prisioneros y trasladados a la escuelita de La Higuera junto a Pacho (Alberto Montes de Oca), gravemente herido y los cadáveres de Antonio (Orlando Pantoja), Arturo (René Martínez Tamayo) y Aniceto, éste último boliviano.

En la escuelita recibió maltratos físicos y vejámenes. A las 11 de la noche del 8 de octubre, el presidente boliviano general Barrientos, por mediación del embajador norteamericano, recibe la orden de Washington de eliminar al Che, por considerarlo un enemigo muy peligroso con vida.

A las once de la mañana del siguiente día, 9 de octubre, el agente CIA de origen cubano, Félix Ramos, recibe por radio la orden de asesinar al Che y así lo informa al general Centeno Anaya quien lo encarga de esa tarea, pero éste traslada a otros soldados esa misión, la que ejecutan parada la 1 y 30 de la tarde, luego de emborracharse, disparándole uno de ellos al pecho del Jefe Guerrillero.

Una leyenda suramericana cuenta que hace 500 años, cuando murió Atahualpa Yupanqui anocheció a la mitad del día. Dicen que aquel 9 de octubre de 1967, en La Higuera, anocheció también a la mitad del día y que la estrella que llevaba en su boina el hombre asesinado, ascendió al cielo, para iluminar eternamente la noche americana.