martes, febrero 27, 2018

Todos los honores al Padre de la Patria

“(…) Mi revólver tiene seis tiros, cinco para los españoles y uno para mí. Muerto podrán cogerme, pero prisionero ¡nunca!”. Y así mismo fue.

Triste debió ser aquel 27 de febrero de 1874, cuando en San Lorenzo, un apartado rincón de la Sierra Maestra, rindió sus armas a la muerte, aquel que con toda justeza se había proclamado El Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes.

Hasta ese lugar, donde lo habían obligado a refugiarse y tal vez guiado por las sombras de la traición, llegaron los soldados españoles del Batallón de San Quintín, frente a los cuales Céspedes se batió solo, con un revólver, defendiéndose hasta la muerte, que encontró heroicamente en el fondo de un áspero barranco.

El ex-presidente de la República en Armas había solicitado a ese gobierno se le permitiera salir del país, para reunirse con su esposa y dos hijos que no conocía, solicitud que le fue negada por que lo preferían “borrado” del acontecer revolucionario que él había iniciado con gloria el 10 de octubre de 1868.

En San Lorenzo, Céspedes se había dedicado a la noble tarea de enseñar a leer y escribir a los niños de la zona. Soportó allí enormes penurias y abandono, al extremo de quedarse casi sin zapatos para andar, además de padecer algunas enfermedades, más que de la vejez, de los rigores de la vida en armas que escogió para darle a los cubanos Patria e Independencia.

Y fue consecuente con sus principios hasta el último minuto. No lo pudieron capturar vivo y legó a los cubanos del futuro un verdadero ejemplo de intransigencia y de lealtad a una causa, la más noble de todas: la libertad.

Honor y Gloria al Padre de todos los cubanos, Carlos Manuel de Céspedes, en el aniversario 144 de su muerte, el 27 de febrero de 1874.