sábado, febrero 06, 2010

Camilo, te recordamos alegre, siempre joven, eternamente vivo

 Por Margarita Piedra Cesar


Para los cubanos recordar a Camilo Cienfuegos no es un compromiso de fechas, sino un deber ineludible de todos los días, por lo que él significa para su pueblo.

Nació el 6 de febrero de 1932 y murió el 28 de octubre de 1959. Entre una y otra fecha mediaron 27 años, 8 meses y 22 días. Ese fue su tiempo de existencia. Fugaz, como las estrellas que se escapan del firmamento pero que dejan tras de sí, en el infinito, una estela luminosa difícil de olvidar.

Y así fue Camilo, así trascurrió su vida desde aquel 6 de febrero cuando la barriada de Lawton lo vio nacer, crecer y forjarse en ese difícil oficio de ser revolucionario, de graduarse en la lucha por la libertad de su patria y de alcanzar la categoría más alta para un hombre: Héroe.

Es por eso que hoy se habla de Camilo como alguien que todavía está entre nosotros, alguien a quien todavía llamamos el Señor de la Vanguardia, o el Comandante de la Sonrisa Eterna. Su muerte temprana no fue pretexto para encerrar su vida entre los mármoles de una tumba, o para presentirlo hundido en las profundidades del mar, o para ponerle flores ante una estatua de bronce. A los hombres como él jamás se les mata.

A Camilo debemos verlo cada día en los ojos inquietos y profundos de cada niño o de cada adolescente, en la energía y la alegría de cada joven, en la vehemencia de cada obrero, en la inteligencia de cada científico, en el valor de cada soldado o en el gesto solidario de cada uno de los internacionalistas, o en los sueños y esperanzas de cada hombre y mujer de este pueblo, que con pasión continua la obra revolucionaria que Camilo contribuyó a crear.

De haber estado vivo, hoy 6 de febrero, Camilo estaría cumpliendo sus 78 años de vida. Pero el que no esté entre nosotrosfísicamente, no es motivo para que dejemos de festejar tan significativa fecha, recordándolo como él fue, es y será para los cubanos: siempre alegre, siempre joven, eternamente vivo.

martes, febrero 02, 2010

Tarde-noche memorable

Por Margarita Piedra Cesar

Hoy me doy un tiempo para escribir de los inolvidables momentos que viví en Baracoa, la ciudad donde yo nací. Se trata de lo acontecido el 12 de enero cuando me encontraba de visita en casa de mi madre... El fuerte temblor de Haití y sus consecuencias en la Ciudad primada de Cuba: toda la ciudad quedó desierta, al decir de una colega de la Emisora Local CMDX, Radio Baracoa.

Ante la posible amenaza de un tsunami, rumor que corría de boca en boca rápidamente, los baracoenses nos movilizamos rápidamente, y nos refugiamos en las partes altas de la ciudad, alejándonos todo lo posible del mar. El Paraiso, el Castillo, la loma de Bohorque, entre otros lugares, fueron el refugio apropiado para lo que podía venir.

Esta vez si que no cogería a nadie desprevenido, todos, unos de prisa, otros más lentos, otros en sillas de ruedas o en transporte propio, otros en brazos de sus padres o hermanos, pero todos, hasta las mascotas hacia lugares seguros. Los ancianos y los minusválidos encontraron siempre un brazo seguro de donde sujetarse, una mano deconocida sostenía al que resbalaba en medio del fango y la oscuridad, levantando del suelo al caído.

Sí,  fue un momento de desesperación, pero hasta en ese momento no faltó la solidaridad humana, la ayuda a los que por su edad se trasladaban más lentamente, la pregunta por los familiares y amigos que no veían, lo importante era que no quedara nadie en la ciudad, y esta vez, nadie llevó nada consigo, sólo lo puesto y hasta en algunos casos, hoy es risible que algunos iban hasta sin zapatos, pero en aquel momento nadie se percataba de ello, otros con su radio para escuchar la noticia, al que cogió andando en bicicleta con ella al hombro loma arriba, así era el panorama.

Hoy al recordar con más calma los momentos vividos, nos damos cuenta de que el momento fue de conciencia, porque lo hemos aprendido, actuar rápido y ecuánimes, porque en ello se apostaba por la vida.

En realidad fueron momentos muy dramáticos, y aunque hubo ecuanimidad, también los ataques de desesperación estuvieron presentes, todo podía esperarse en una hora terrible de vida desde algo antes de las seis de la tarde hasta las siete de la noche del fatídico 12 de enero de este 2010, pero aunque parezca contradictorio no cundió el pánico.

La sinopsis: Todo comenzó con la noticia del temblor en Haití en horas de la tarde, luego llegó la alarma, sirenas, ambulancias, avisos de agentes del Ministerio del Interior y la Defensa Civil, y el mensaje reiterativo desde los altoparlantes de un helicóptero que sobrevolaba una y otra vez la ciudad.

Estoy segura que cuando dieron la orden nadie de los que la dio creyó que en tan poco tiempo se podía evacuar esta ciudad, y los asentamientos al norte de la misma por el peligro que podrían correr sus habitantes, pero lo irrelizable se convirtió en realidad.

Una vez a salvo, a 27 metros sobre el nivel del mar, comenzamos a recobrar la quietud, los dirigentes del territorio organizaban para el enfretamiento de la contingencia, gestionando y ofreciendo información que era transmitida de voz a voz entre la multitud... Conocimos entonces que la amenaza era a consecuencia del terremoto de 7 grados en la escala Ritchter, que había afectado la capital haitiana, y que fuera perceptible por muchos en la ciudad, aunque no en la misma magnitud. Sus réplicas podían ocasionar olas de gran tamaño y ese era el peligro.

Luego las autoridades de la localidad dijeron que el peligro había pasado, y se podía regresar a casa, pero los que vivían más próximos a la costa no podían bajar la guardia.

El susto, el gran susto no lo podré olvidar, debe pasar mucho tiempo para ello, eso pienso pasará con mis coterráneos, quienes también dijeron al igual que yo la frase, Gracias a Dios no pasó lo peor... La angustia vuelve cuando pienso en ello, pero queda algo positivo, y es que los visitantes extranjeros construyeron puentes de solidaridad con nosotros, ayudaron a cargar niños, tendieron manos de ayuda y a pesar del gran susto, la hermandad prevaleció, dando vida a lo humano y grande que llevamos en nuestro interior, sin diferencias ni clases ni credos.



Las anécdotas son muchas ahora en la Ciudad Primada de Cuba, así somos los cubanos, pero los de esta parte del país más que todos, tenemos nuestra propia idiosincrasia y estoy segura que si alguien pudieras recogerlas todas se haría un  libro muy rico en costumbrismo, porque así somos los baracoenses aunque usted no lo crea.


Un comercial, visite esta bella ciudad y lo verá, así lo podrá comprobar, ah y no se bañe en el río de miel porque se queda...