martes, agosto 09, 2011

Nagasaki: la otra víctima de la bomba atómica

Por Margarita Piedra Cesar

Después de la mañana del 6 de agosto de 1945 en que estalló la primera bomba nuclear en Hiroshima, el pueblo japonés no tuvo momento de tranquilidad, pues esperaba un nuevo ataque. Con esa acción Estados Unidos quería demostrar al mundo que la poderosa Norteamérica poseía un arma tremendamente mortífera y dispuesta a usarla en cualquier momento.

Y tanto fue así, que el 9 de agosto, a las 11:02 de la mañana, el espectáculo de la aniquilación nuclear se repitió en Nagasaki, situada en una de las islas menores de Japón llamada Kyushu. El bombardero B-29, “Bock´s Car”, lanzó sobre esa ciudad industrial a fat boy, una bomba de plutonio, con la capacidad de liberar el doble de energía que la bomba de uranio.

El saldo inmediato de más de 40 000 muertos, cifra que posteriormente se elevó hasta 140 000 fallecidos y más de 100 000 mutilados y quemados, incluidos niños ciegos e inválidos.

Nagasaki tenía entonces unos 50 000 edificios, de los cuales un 25 por ciento quedaron destruidos y otra importante cantidad sufrió daños de consideración. El ataque de días atrás en Hiroshima, cuando ya Japón había sido derrotado durante la Segunda Guerra Mundial, había dejado un saldo de 70 000 personas, arrasando con todo en tres kilómetros a la redonda. Todavía está en la memoria viva de los sobrevivientes y descendientes la monstruosa masacre.

Para que se tenga una idea de la magnitud de daño causado por aquellas acciones, en total es decir entre Hiroshima y Nagasaki, el número de muertos sobrepasó los 300 000, mientras que otros 350 000 habitantes de las dos ciudades sufrieron y todavía padecen diferentes enfermedades.

Hoy 66 años después, muchos supervivientes de aquellas bombas de Hiroshima y Nagasaki siguen afectados por aquellas explosiones y sufren sus efectos, en forma de graves alteraciones de su salud como anemia, leucemia y tumores malignos. Muchos padecen graves trastornos psíquicos y alteraciones de su conducta social.

Cada año, los días 6 y 9 de agosto, el pueblo japonés recuerda a las ciudades mártires de Hiroshima y Nagasaki, para rendirle un merecido homenaje a las víctimas de aquellos genocidios nucleares, abogando por la paz, una paz que el mundo todo necesita, para que no vuelva a ocurrir lo que entonces, ataques atómicos contra dos inocentes poblaciones japonesas y que en la actualidad puede ser contra cualquier otra nación del orbe.

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