miércoles, julio 10, 2019

Recordando nuestra historia patria

Con los asaltos a los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba y Céspedes, de Bayamo por los jóvenes de la Generación del Centenario, se iniciaba una nueva etapa de la lucha de la Revolución cubana, continuadora histórica de las gestas independentistas anteriores: La Demajagua en 1868, la Guerra Chiquita, de 1879 y el Grito de Baire en 1895.

Sin embargo ninguna de estas cruentas guerras independentistas cubanas alcanzaron el objetivo supremo por los cuales se combatió en su conjunto durante casi 15 años, la independencia de España y la formación de una República “con todos y para el bien de todos”, que transformara desde sus propias raíces la estructura socio-económica conformada en la isla por el colonialismo español, dando paso a un estado nacional dueño de su propio destino.

La intervención militar norteamericana de julio de 1898 dio al traste con esos sueños y vino a agravar más los males heredados del colonialismo español, pues bajo las botas del imperio yanqui nació en 1902 una República que nada tenía de independiente y si mucho de esclava. Vino al mundo atada de pies y manos por la Enmienda Platt, dependiente en su totalidad de los intereses económicos norteamericanos; amén de la imposición de un sistema democrático al estilo “Made in USA.

Durante la propia conformación de la República, aún sin nacer ésta, Estados Unidos dio muestra de cual sería su papel en el nuevo Estado que se proyectaba al imponerle a la primera Constitución la fatídica Enmienda Platt, que le otorgaba el derecho de intervenir militarmente en la isla cuando lo estimase conveniente; además de  imponer la elección de un primer Presidente, Tomás Estrada Palma, quien respondió ciegamente a los intereses del imperio y por demás, traidor a los ideales martianos al disolver el Partido Revolucionario Cubano creado por Martí que dirigía hasta el término de la guerra.

Bajo la tutela del imperio norteamericano el primer Presidente cubano, reelecto nuevamente en 1906, no pudo resolver ninguno de los problemas más acuciantes heredados del colonialismo como fueron los de la salud, la educación, la discriminación de la mujer, el desempleo, la protección del campesinado del latifundismo, eliminar a máximo la conducción del país de mono-productor azucarero y apelar al mercado externo para evitar la dependencia excesiva de Estados Unidos.

Desde 1902 hasta 1952, en los primeros 50 años de República, ninguno de los once Presidentes que tuvo el país pudo resolver esos problemas. Sólo el llamado Gobierno de los 100 Días, surgido tras la derrota de la dictadura de Gerardo Machado, intentó algunas medidas de carácter popular pero no por mucho tiempo, pues en 1934 fue depuesto por el Coronel Fulgencio Batista, entonces Jefe del Ejército, que a partir de ese momento se convertiría en un siniestro personaje de nuestra historia.

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